¿Qué coño es la familia cristiana?

La negación del divorcio y la poligamia

En un principio cristianismo y judaísmo no diferían demasiado entre ellos. De hecho, el cristianismo fue considerado, en sus inicios, una secta judía. Pero había algo que claramente los distinguía: la figura de Jesucristo. Con las enseñanzas del Mesías aparecieron nuevas diferencias. Los judíos daban mucha importancia al mensaje «sed fecundos, multiplicaos y henchid la tierra» (Génesis 1,28), y por consiguiente aceptaban el divorcio del matrimonio; por ejemplo, cuando la mujer era infértil, o incluso se aceptaba la poligamia con fines reproductivos.[1] Pero el Rey de los Judíos no opinaba de igual modo que ellos. De manera que el cristianismo condenó tanto el divorcio como las prácticas poligámicas. Jesús de Nazaret zanjó, ante los fariseos,[2] la cuestión del divorcio de la siguiente manera:

¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre.[3]

Y Pablo, discípulo de Jesús, dijo para terminar con la poligamia:

Mi deseo sería que todos los hombres fueran como yo; [4] mas cada cual tiene de Dios su gracia particular: unos de una manera, otros de otra. No obstante, digo a los célibes y a las viudas: Bien les está quedarse como yo. Pero si no pueden contenerse, que se casen; mejor es casarse que abrasarse.[5]

Pablo, Deuteropablo y el matrimonio

Acabamos de presentar a un Pablo que cree firmemente en la abstinencia, pero que, como es comprensible, prefiere el matrimonio al pecado. De todas formas, Dennis MacDonald, ensayista y profesor de la Escuela de Teología Claremont, sostiene que existen dos Pablos muy distintos:

Primeramente, el Pablo ascético que cree en la abstinencia. Este podría ser el original. Y lo hallamos en 1 Corintios 7,7-9. En segundo lugar, el segundo Pablo (o Deuteropablo) más moderado, podría estar formado por los discípulos de Pablo, quienes para suavizar sus enseñanzas escribieron las Epístolas Deuteropaulinas. Se duda de la veracidad de estas cartas[6] porque difieren del resto del pensamiento teológico de Pablo. Hallaríamos ejemplos de ello en 1 Timoteo 5,14 y 4,8.

Los padres fundadores de la Iglesia se quedaron con el Pablo de las Deuteropaulinas Así, Clemente de Alejandría (sin considerar que pudiera haber dos Pablos; más bien, pensando que se trataba de la misma persona) sostuvo, en el s. II, que las epístolas de Pablo, realmente, hablaban del autocontrol. Y en ningún caso excluían el matrimonio, mientras en él hubiera autocontrol. Clemente, al igual que Ireneo de Lyon, no creyó que el pecado original consistiera en mantener relaciones sexuales, [7] sino en que el pecado de Adán fue la desobediencia, el ser demasiado prematuro (al descubrir la procreación). Ese fue su pecado.

Aunque el modelo de Clemente e Ireneo parece más progresista difiere muy poco de los Jesús y Pablo ascéticos. Puesto que el matrimonio se entiende sólo para la procreación y siempre que se aniquile todo deseo. No obstante, es mucho más cristiana, la castidad matrimonial que la procreación matrimonial sin placer. Así pues, el modelo clementino parece, primeramente, estar más en harmonía con la idea (muy interiorizada en el pensamiento judío primerizo) del Génesis 1,28; pero en realidad es una forma más suave de reformular al Pablo de Corintios que durante dos mil años ha sido la tesis más aceptada por los cristianos.

Se ha considerado que la dureza de Jesús y del Pablo ascético podría ser debida a la pretensión de terminar, de una vez por todas, con las prácticas paganas impías (como sería el caso de la poligamia).

¿Cómo es realmente la familia cristiana?

Creo que habiendo presentado el tema, nos podemos hacer a la idea de que la familia cristiana que se nos han vendido es una interpretación sui generis. Ser cristiano, si lo entendemos desde el punto de vista de ser como Jesucristo es seguir sus enseñanzas. Por lo tanto, sería mucho mejor permanecer célibe y sin otra familia que los demás cristianos.

«La familia la inventó Jesús, la cristiana…». Con estas palabras y un extenso discurso acerca del matrimonio (cristiano) y la familia (cristiana) reprochaba Cuca García de Vinuesa, una periodista de Intereconomía, el matrimonio futuro de un telespectador homosexual que llamaba a su programa para saludarla. Creemos muy oportuno iniciar este apartado con esta sentencia, porque tiene un interés enorme para nuestra investigación. Al citar este comentario; controvertido, por cierto, nos vienen a la cabeza dos pasajes evangélicos:

Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre. (Marcos 3,35)

Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío. (Lucas 14,26)

Quizá la familia cristiana no sea la familia cristiana que concibe Cuca. Una familia tradicional, una familia como el modelo que imperaba en el nacionalcatolicismo de la época del caudillo. Quizá la familia de la que habla Jesucristo se asemeje más a una panda de hippies que promulgan el mensaje del amor libre, pero no del sexo libre.

Bibliografía

PAGELS, Elaine. Adán, Eva y la serpiente. 1ª ed. Las ideas, 208. Barcelona: Crítica, 1990.

SAN AGUSTÍN. Escritos antipelagianos (vol. 3). 1ª ed. Obras completas de San Agustín, 35-37. Madrid: La Editorial Católica, 1984-1985.

VV.AA. Biblia de Jerusalén, Nueva ed. Bilbao: Desclée de Bouwer, 1999.